Valladolid: Arte, tradición y profundo fervor religioso:
Seis siglos han marchado en procesión por las calles de Valladolid. La tradicional herencia, un fervor que no conoce de declives y la majestuosa grandiosidad de sus pasos y tallas han convertido a la Semana Santa de Valladolid en uno de los principales acontecimientos culturales y religiosos de la ciudad, foco de atracción de miles de visitantes.
Tallas divinas;
Uno de los mayores atractivos para decantarse por Valladolid en estas fechas es, sin duda, el inconmensurable valor de sus tallas, la inabarcable cantidad de detalles capaces de reflejar fielmente la pasión, el dolor, la resignación del calvario. Con perdón de las diecinueve cofradías históricas vallisoletanas, cabe destacar el conjunto monumental de El Descendimiento, realizado por Gregorio Fernández en 1623, o los pasos Sed Tengo, Camino del Calvario, Entierro y Flagelación. En todos ellos se aprecia la pasión por el realismo del autor gallego afincado en Valladolid. La honda expresión de los rostros, que muestran toda su crudeza en perfecta armonía y contraste con la delicadeza anatómica. También representativo del artista y presente en las tallas vallisoletanas es el ‘plegado metálico’ de los ropajes, una característica y esquemática forma del drapeado, con pliegues rígidos, puntiagudos y acartonados.
En cambio, las tallas de Juan de Juni, destacan por sus figuras fornidas, de músculos perfectamente cincelados. Una de las más antiguas tallas de Valladolid creada por este autor es Nuestra Señora de las Angustias. No puede eludirse mención, asimismo al Cristo de los Carboneros, propiedad de la Cofradía de las Angustias y el Cristo Yacente, obra del aclamado taller vallisoletano.
Sermón de las siete palabras:
La Semana Santa vallisoletana no podría entenderse sin el Sermón de las siete palabras, una celebración única y uno de los actos más singulares y sin duda emblemáticos de la ciudad. Cada Viernes Santo a mediodía, la plaza Mayor se transforma en un escenario del siglo XVI. Un sacerdote protagoniza el acto, en el que realiza una reflexión sobre las siete palabras que Cristo pronunció en la Cruz. El sermón lo declama el sacerdote ante los siete pasos que representan cada una de las palabras pronunciadas.
El acto está precedido por el pregón a caballo, cuyo texto es cada año elegido entre los que se presentan. Durante toda la mañana y en nombre del arzobispo – de cuyas manos ha recibido el pregonero el mensaje- recorre éste a lomos de su corcel distintos enclaves de la ciudad, calles, plazas e iglesias. El pregonero no realiza su tarea solo, sino que cuenta con un espectacular cortejo que despierta la admiración popular. La comitiva, con los cofrades vestidos según marca la tradición, y el repicar de los cascos son una antesala perfecta al acto central en la Plaza Mayor.
Más información: Guía Campsa