Cusco y Puno se unen en un fantástico recorrido en vagones de primera clase que cruzan puentes, poblados, ríos, montañas y lagos en uno de los paisajes más altos y bellos del mundo.
Recorrer el Altiplano sobre rieles tiene un encanto particular que lo brinda el sosegado ritmo de su andar que te remonta a otra época y que te permite disfrutar del panorama desde otra mirada, ya que definitivamente una de las formas más románticas y originales de viajar es en tren.
Esta travesía por el Altiplano ha sido catalogada como uno de los veinte mejores viajes en tren del planeta y el mejor de Sudamérica por la ‘The Society of International Railway Travelers’ (Sociedad Internacional de Pasajeros de Trenes). Conozca por qué.
CAMINOS DE ALTURA
Los vagones empiezan su camino en la ciudad del Cusco y culminan el trayecto a orillas del lago Titicaca, en Puno. Durante el viaje, que dura alrededor de diez horas, el tren asciende por los paisajes dominados por la cordillera nevada de los Andes, territorio del río Huatanay.
Ante nuestras miradas aparecen apacibles poblados uno tras otro. Las torres de la iglesia de Oropesa se imponen en el horizonte, pasamos por la mágica Andahuaylillas y se abren los coloridos sembríos de los valles. Los restos de las antiguas haciendas de la región yacen como testigo del tiempo a manera de monumentos y nos recuerdan la historia de los poderosos hacendados de Urcos.
El sosegado andar del tren te permite ver pasar el Cusco y sus altas montañas que esconden mágicos pueblos y observar por instantes la vida cotidiana de sus habitantes, a los campesinos en la faena agrícola, los campos con tejas a medio cocer secando bajo el sol y los amarillos sembríos de maíz brillar a nuestro paso.
Subimos lentamente mientras poblados como Raqchi, que se reconoce por su imponente templo de Wiracocha, aparecen a lo lejos. Los vamos dejando atrás para entrar al dorado paisaje de la puna, donde los valles se cubren de ichu, el panorama se vuelve inhóspito y las montañas cada vez más altas y nevadas.
Nuestra primera parada es en La Raya, el punto más alto en la ruta, que marca el inicio a Puno, donde se encuentra una iglesia rodeada por rebaños de ovejas y señoras con trajes multicolores que ofrecen sus tejidos al paso.
El viaje continúa hasta Juliaca, donde el tren baja la velocidad e irrumpe como una elegante vitrina en medio de un gran mercado que fascina a los turistas, quienes observan maravillados unas caóticas calles llenas de comercios y mujeres aymaras con largas faldas montadas en modernas motocicletas que ofrecen todo lo que pueda imaginar, desde piezas de carros, hasta cerámica local.
El viaje culmina con la espectacular vista del lago Titicaca en el atardecer. Comienza a anochecer y los vagones bajan la velocidad para prepararnos a un nuevo viaje: Puno.
Es posible tomar la ruta al revés, salir de la estación de Puno hacia Cusco. En ese caso, el viaje se torna diferente y los primeros rayos caen en el lago, y el atardecer le llegará camino a la ciudad del Cusco .
DE LUJO
Este particular paisaje se disfruta de otra manera gracias al servicio del tren, que ofrece una atención de primera en el que están incluidas todas las comidas en versión gourmet, e incluso aperitivos y una barra disponible durante todo el trayecto.
Una de las ventajas del elegante Andean Explorer es que cuenta con un vagón panorámico con lunas a los lados y en los techos, y con balcones abiertos para disfrutar al aire libre del paisaje que nos rodea.
Ese ambiente se convierte en el punto de reunión del tren y es donde se ofrecen espectáculos de música y danza, y se realizan las clases para enseñar a preparar pisco sour.
Otra ventaja de llegar a Puno en tren, además de que podemos gozar del paisaje, es que la subida a la altura es gradual, por lo que hay menos posibilidades de sufrir de soroche que en un viaje en avión.
María Helena Tord – Vamos!