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Sibayo, el pueblo de piedra

Colca es uno de esos destinos que está desaprovechado. Todos lo identificamos como uno de los cañones más profundos del mundo (3.400 metros en su cota máxima) y lugar donde se pueden observar cóndores. Estas dos riquezas lo convierten en el tercer destino turístico del país después del Cusco y Nasca.

La mayoría de visitantes que llega al Colca incluye a Chivay, su capital, vía Arequipa, ciudad que se encuentra a unos 170 kilómetros, o desde Puno. La carretera de acceso está en su mayor parte asfaltada y atraviesa la Reserva Nacional Salina Aguada Blanca que con una superficie de casi 370 mil hectáreas forma parte de Ramsar (Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional) por la riqueza en aves terrestres y acuáticas.

En Chivay es donde se encuentra la mayoría de los servicios que posee el valle: hoteles, restaurantes y agencias turísticas. El viajero normalmente se queda dos días en los que visita la Cruz del Cóndor y alguno de los pueblitos que se cruzan para llegar a ese mirador.

Pero el Colca ofrece mucho más y uno de los lugares donde viviremos nuevas experiencias es Sibayo. Su nombre en quechua es Rumillaqta y significa pueblo de piedra, pues casi todas sus calles, casas e iglesias están hechas de este material, haciendo de él uno de los pueblos más hermosos del valle.

SIBAYO Y SU GENTE
Sibayo está ubicado en la parte alta del Colca, a 3.850 m.s.n.m. y a 40 minutos de Chivay, tras recorrer una buena pista. Con una población de 1.500 personas dedicadas a la ganadería y a los camélidos, es uno de los principales destinos del turismo rural en el Colca.

La Asociación de Servicios Turísticos Rumillaqta integra a un grupo de familias que ofrecen todo su conocimiento de la zona, los ricos recursos turísticos que tiene, varias actividades en la naturaleza y 35 camas, para los que quieran alojarse en la misma localidad.

La iniciativa nació en el año 2006 y la asociación trabaja con varias agencias de turismo tanto de Lima, como de Cusco y Arequipa, acogiendo a unos 700 turistas por año, sobre todo europeos.

CASTILLOS, CUEVAS Y MOMIAS
Muy cerca del pueblo, el río Colca comienza a hacer las transformaciones geológicas que, kilómetros después, darán lugar a las inmensas profundidades del cañón. Esto hace que Sibayo sea uno de los pocos sitios donde se ofrecen actividades de canotaje para el público en general. Cerca también se encuentran los castillos de Callalli, extrañas formaciones de roca blanca con apariencia de castillo medieval, donde se asentaron los primeros pobladores que llegaron al Colca hace unos 10 mil años.

Junto a los castillos se encuentra la cueva de Mollepunku en la que queda registrado el paso de esos antiguos habitantes a través de petroglifos y pinturas rupestres.

Una corta y agradable caminata nos lleva, a través de pampas y formaciones rocosas, hasta Paraccra, donde una momia sentada y en actitud expectante nos da la bienvenida a este poco conocido sitio arqueológico prehispánico. Más exigentes son las buenas rutas de bicicleta de montaña que nacen del pueblo y llegan por caminos de herradura hasta Chivay, atravesando comunidades, bosques de queñuales y la represa de Tuti. En ocasiones he viajado en camionetas 4×4, tomé como inicio Sibayo y seguí una larga y bella ruta que atraviesa las partes más altas del Colca, exhibe rebaños de alpacas, lagos navegables más altos que el Titicaca, nevados y minas abandonadas.

Este viaje nos conduce a Vila Vila, Lampa y Ayaviri, en Puno, atravesando los bosques de roca de Tinajani y de puyas Raimondi de Tarukani.

En la actualidad, las familias se están organizando para ofrecer actividades de agroturismo, con la participación del viajero en tareas de siembra y recolección, pastoreo de alpacas, cabalgatas por milenarias rutas de intercambio comercial, ceremonias de pago a la tierra y talleres textiles.

Tenemos un valle profundo y generoso. Como su cañón. Para quien quiera una experiencia más convencional, pero no por ello menos bella, o para el que desee viajar por nuevos rincones ricos en naturaleza, historia y gente.

Por: Iñigo Maneiro Labayen – Vamos!