Jerusalén, mítica y religiosa por donde se la mire, es el lugar al que todo cristiano sueña con ir algún día. Desde que uno se acerca a esta ciudad de 800 mil habitantes, se empieza a sentir un cosquilleo especial que simplemente refleja la emoción de acercarse a los lugares sagrados.
El centro de Jerusalén, conocido como la Ciudad Vieja alberga en apenas un kilómetro cuadrado lo más sagrado del Cristianismo, el Judaísmo y el Islamismo. Desde la puerta de Yafo, uno de los accesos a la Ciudad Vieja, avanzamos por unos pasajes repletos de comercios en los que cientos de árabes ofrecen todo tipo de artesanías.
Al desembocar en una pequeña explanada, asoma ante nuestros ojos la fachada de la iglesia del Santo Sepulcro.
Los estridentes gritos de los comerciantes árabes se apagan de pronto al ingresar a la iglesia. Allí, junto a cientos de personas que esperan pacientemente su turno, contemplamos primero un monumento ante el que la gente se inclina: es nada menos que el Calvario, el lugar mismo donde Jesucristo murió.
A solo unos metros asoma una suerte de bóveda, celosamente custodiada por unos ortodoxos griegos, aquí apreciamos el lugar en el que Jesús resucitó al tercer día.
Los pasadizos que circundan la Ciudad Vieja son los mismos por los que Jesús anduvo en el Vía Crucis.
Si se ingresa a la Ciudad Vieja por la puerta de Damasco y se avanza en línea recta y luego se dobla a la derecha, nos encontraremos con el Muro de los Lamentos, el lugar más sagrado para el judaísmo y el último remanente del templo construido por Herodes sobre las ruinas del templo de Salomón. Aquí, todo tipo de judíos, sobre todo ortodoxos, aquellos vestidos de negro, con barba y rulos, acuden a orar.
Uno de los lugares que resume el alma de Jerusalén queda a la espalda del Muro de los Lamentos, se trata de la Explanada de las Mezquitas, en donde está el Domo de la Roca y la mezquita Al Aqsa, el tercer lugar más sagrado del Islam, después de La Meca y Medina.
Saliendo de la Ciudad Vieja, tómese un taxi y en tres minutos llegará a un mirador. Se sorprenderá cuando le digan que está en el Monte de los Olivos.
EN EL CORAZÓN DE BELÉN
Con Jerusalén no termina el circuito turístico de tinte religioso. Por el contrario, apenas empieza.
A 9 kilómetros al sur de Jerusalén, en Cisjordania —territorio palestino— se ubica Belén, una ciudad de mucho significado para el mundo cristiano.
Esta pequeña ciudad, como cualquier sector del Medio Oriente, irradia una magia especial. La puerta de la Iglesia de la Natividad tiene apenas un metro de altura, por lo que nos debemos agachar para ingresar.
De acuerdo con la leyenda, esto se hizo para evitar las invasiones a este templo, en cuyo interior se encuentra una caverna subterránea con un altar en el lugar donde, dice la tradición, nació Jesús.
Al igual que en el Santo Sepulcro o la Iglesia de la Anunciación en Nazaret (construida sobre el lugar donde el ángel Gabriel le dio la noticia a María sobre se maternidad), los cristianos no pueden ocultar la emoción, a veces evidenciada con lágrimas, de encontrarse en los lugares religiosos más sagrados.
Durante la Semana Santa, Jerusalén recibe a cientos de miles de turistas del mundo entero.
En estos momentos de relativa calma en Israel, se espera una mayor afluencia turística, un tanto venida a menos en los últimos años debido al conflicto árabe-israelí.
Más allá de la Ciudad Vieja, Jerusalén, matizada por sus edificios construidos a base de piedra blanca, ofrece lo que cualquier urbe moderna tiene, restaurantes, centros comerciales. Jerusalén es una ciudad para todos.
PARA TOMAR EN CUENTA
* Existen varias alternativas para llegar a Israel. Desde Lima puede hacerlo a través de vuelos a Madrid o Ámsterdam primero, para de allí embarcarse a Tel Aviv.
* Si tiene visa de Estados Unidos, puede salir hacia Miami, Newark o Nueva York, para de allí dirigirse a Israel.
* Para entrar a territorio israelí se necesita visa. En unos meses más, entrará en vigencia un acuerdo entre los gobiernos del Perú e Israel, mediante el cual los ciudadanos peruanos podrán entrar a Israel sin necesidad de visa.
* Jerusalén y Tel Aviv ofrecen una variedad de hospedajes, aunque el precio mínimo puede bordear los cien dólares. La moneda israelí es el shekel.
* Los controles de seguridad son exhaustivos. No por gusto Israel recibe un millón y medio de turistas cada año.
Por: Carlos Novoa – El Comercio