En un ambiente muy parecido al de Machu Picchu, entre apus dormidos, asoma Kuélap, otra llaqta hija de las nubes, hija de la cultura chachapoya. Parece una nave elipsoidal compuesta por miles de ladrillos posada sobre una montaña casi vertical de la que brotan generosos chorros de agua. El visitante encuentra un complejo rodeado por muros de 20 metros de alto que albergan estrechos pasadizos, plazas ceremoniales y construcciones circulares que contrastan con los ángulos rectos que, generalmente, muestra la cultura inca.
Si parte desde Lima y quiere viajar por tierra, ir a Chachapoyas (2235 msnm) le tomará un aproximado de 23 horas (12 horas hasta Chiclayo y, desde allí, 11 hasta la capital de Amazonas). Si viaja desde Tarapoto (1 hora en avión desde Lima) el camino demora unas ocho horas. En Chacha, como la conocen los locales, hay excelentes opciones de hospedaje y alimentación. Desde allí parte transporte público hacia el distrito de Tingo (una hora de viaje), lugar donde se encuentra la estación de salida de las telecabinas hacia Kuelap.
Antes del teleférico solo había dos formas de llegar al complejo de Kuelap: caminando (cinco horas a buen paso), o en automóvil (dos horas bordeando los cerros). Gracias a las telecabinas el recorrido es de solo 20 minutos y cuesta S/ 20 ida y vuelta. La mejor época para viajar es entre mayo y octubre debido a que es la temporada seca, el resto del año hay lluvias.
Sin embargo, los que puedan, solo deberían tomar el ticket de ida para regresar a Tingo caminando desde el monumento. Porque en esa caminata solitaria entre árboles, piedra y agua se puede reconocer algo de lo que significaba caminar para los chachapoya, para los prehispánicos. A cada paso se puede saludar a las chacras, los perros, las ovejas, los burros, los pájaros, las mariposas, las flores, los apus, el viento, la tierra, la roca, el sol, las pocas personas que cruzan el camino.
Es un momento para olvidar el futuro planeado; es un momento para recordar ese pasado que tanto nos intriga.