El turismo recibió un golpe bajo. Las paralizaciones y enfrentamientos ocurridos en las semanas anteriores nos pusieron ante los ojos del mundo de la peor manera, lo que perjudicó nuestra imagen de país seguro y expuso a los turistas a una experiencia negativa.
Consecuencia de ello, Puno perdió un millón de dólares y, según informó la presidenta de la Asociación de Hoteles, Restaurantes y Afines (Ahora), Margot Moscoso, el bloqueo de la vía que conecta a este departamento con Arequipa impidió el ingreso de unos 300 turistas.
Además, según cifras del Cosituc (Comité de Servicios Integrados Turístico Culturales), las manifestaciones en Cusco redujeron en 35% la recaudación de ingresos turísticos en relación al año pasado. Y aunque en junio se estimaba captar S/.4 millones, hasta el momento ni siquiera se alcanzó a la mitad. El director de Prom-Perú en la macrorregión sur, Boris Gómez, explicó que es muy difícil conocer el total de las pérdidas en estos días. Sin embargo, aseguró que estas situaciones dañan a toda la cadena de turismo.
¿Tanto así? Pongámoslo en cifras. Mientras la empresa ferroviaria Perú Rail perdió US$70.000 cada día que no operó, un taxista de la Ciudad Imperial dejó de percibir los S/.30 que gana en promedio por día trabajado.
Además, se sabe que la economía de la población seguirá afectada más allá de que hayan acabado las protestas, pues en los días posteriores a los paros solo ganaría el 50% de lo proyectado.
MALA IMAGEN
Pero como no todo es dinero, el perjuicio también se reflejó en la mala calidad de la experiencia del visitante que condenará a nuestro país a perder posibles visitas en los próximos años y a retrasar las inversiones que llegarían.
Para el presidente de Canatur, Fernando Puga, estos actos de violencia resultaron contraproducentes para el esfuerzo y el alto costo que se invirtió en la construcción de una buena imagen de nuestro país.
Proyectar inseguridad y conflicto nos podría colocar dentro del mapa de destinos no aptos para el turismo. Como consecuencia, el extranjero que ponía los ojos en este destino lo pensará dos veces antes de decidirse, porque no querrá verse preso en el caos.
CRÓNICA DE MIEDO
Todo empezó con el levantamiento de los nativos en Bagua y que dio la vuelta al mundo a través de los medios de prensa.
Según los especialistas, los efectos negativos alcanzarán también a Iquitos y Madre de Dios, porque el foráneo no sabe de distancias y podría mirar a toda la Amazonía como una zona en conflicto.
Cuando todavía no se resolvía el primer conflicto, los cusqueños amenazaban con impedir el Inti Raymi, obstaculizaban el ingreso de vehículos al aeropuerto y dejaban sin tren a Machu Picchu.
Más al sur, en Puno, la paralización convocada por los campesinos obligó a cientos de turistas a caminar varios kilómetros para llegar a su destino.
Varados en esta ciudad, con todo listo para participar de la gran Fiesta del Sol pero sin alguna vía de acceso para llegar, más de 100 turistas tuvieron que ser trasladados hacia Cusco en un vuelo chárter de la aerolínea Star Perú costeado por Apotur y Apavit. “Por suerte esto no llegó más lejos, pues la cancelación de esta puesta en escena habría generado un impacto devastador para el sector”, manifestó Gómez.
Pero estos no fueron los únicos escenarios que ardieron. En La Oroya los trabajadores de la empresa Doe Run bloquearon tres puntos de la carretera central y dejaron aisladas a Tarma, Cerro de Pasco y Huancayo.
El impacto sobre estos destinos, que recién ingresan al mercado, es muy duro y de continuar ocasionaría retroceso en su desarrollo.
GRANDES RETOS
En los últimos meses del 2008, la crisis en la economía mundial advertía de una baja significativa en el sector turismo. Meses más tarde, la pandemia de la influenza AH1N1 puso en alerta a los operadores de todo el planeta.
Lo positivo es que estas trabas se convirtieron en retos para los empresarios que redireccionaron su oferta al público sudamericano y, en nuestro caso, al turismo interno.
Por ello resultan tan preocupantes las consecuencias que pueden traer los hechos de violencia de las últimas semanas.
Por: Milagros Vera Colens – VAMOS!